Rodrigo Acevedo, gerente general Entersoft
En medio de la temida fase 4 del coronavirus el teletrabajo surge como la mejor modalidad para conciliar la vida laboral y la personal, con importantes beneficios, tanto para el empleado como para el empleador. Entre ellos, trabajar por metas y no por horarios, aumento de la productividad, ahorro en costos operativos de alrededor de un 40%, disminución de costos de locación y servicios, menos exposición a situaciones de estrés, reducción en tiempo y gastos de transporte. Lo más importante hoy: no exponerse a un posible contagio pandémico, por mencionar.
Un estudio de Gallup reveló que los teletrabajadores están mucho más comprometidos que los que acuden diariamente a la oficina: un 41% versus un 30%, respectivamente. Con la amenaza inminente de la pandemia covid-19, la Sofofa lo promueve como opción para no parar la economía y el Gobierno anunció una potente iniciativa para impulsar esta modalidad y, con ello, además, generar nuevos empleos y aportar a la inclusión laboral de personas con discapacidad, adultos mayores, madres al cuidado de sus hijos, personas al cuidado de algún familiar, jóvenes estudiantes y personas que viven en zonas alejadas de polos urbanos.
Lo concreto es que actualmente el teletrabajo debe pensarse como una opción permanente. Hoy es el coronavirus, ayer fue el estallido social, en cualquier momento puede ser un terremoto u otra contingencia nacional. Así, tanto la empresa privada como el Estado deben generar lo necesario para que esta forma de trabajo sea validada y masificada, más allá de un acto reactivo, sino más bien como una estrategia proactiva.
Con estos antecedentes es válido preguntarse, entonces, qué falta para que el teletrabajo se potencie aún más. La tecnología en la actualidad permite trabajar desde prácticamente cualquier parte y, además, aporta las herramientas para optimizar productividad y eficiencia. Sin embargo, aún tenemos varios pendientes, como una Internet de mejor calidad y de fácil acceso a lo largo del país. También, necesitamos normativas que cubran al empleado y al empleador, en deberes y derechos asociados al teletrabajo. Falta también una política de ciberseguridad que resguarde los datos de las personas y de las compañías. Y, en especial, se requiere de un cambio cultural que privilegie la calidad sobre la cantidad con responsabilidad, organización y diligencia.